Lo más hermoso de ser maestra es que cada día tengo la oportunidad de descubrir la ilusión en los ojos de un niño/a. A veces caemos en la rutina del día a día y no reparamos en los pequeños detalles que tiempo atrás nos hicieron amar esta profesión. Nos revolvemos entre papeles y burocracia y se nos olvida toda la humanidad, sensibilidad y vocación de esta profesión tan especial. Lo sé, es muy duro a veces luchar contra corriente, cuando desde arriba se empeñan para que funcionemos como una empresa donde se priman los resultados, la competencia, se pagan según la consecución de objetivos, sin reparar que el material "humano" es tan vulnerable, diferente, sensible, creativo y sobre todo aprenden más sintiéndose queridos. Sólo sé que me queda mucho que aprender de mis niños-as. Desde este blog os invito a que no perdais esa luz .